La piel que respira
Nacho Carbó
9 de enero 2024 a 23 de febrero 2024
La exposición La piel que respira es la segunda exposición individual de Nacho Carbó en Galería Freijo. En esta ocasión el artista ha experimentado con biomateriales, materiales biológicos manipulados en el taller donde el proceso y el tiempo son clave. La intención de Carbó es ofrecer una reflexión sobre la ecología y los espacios habitables. A continuación el texto, escrito por el propio artista, que explica esta nueva etapa de sus trabajos:
Vivimos en tiempos convulsos e inciertos; inmersos en un cambio de paradigma que nos llena de dudas y preguntas pero que, al mismo tiempo, resulta tremendamente estimulante. Tenemos que repensar nuestro lugar en el mundo y nuestra relación con el entorno de un modo ya inaplazable. En esta tarea, el arte y la arquitectura, sin duda, ocuparán una posición determinante para concebir y construir esa nueva relación con el medio. El ser humano ya no puede entenderse más a sí mismo como parte ajena -y mucho menos superior- al resto de seres vivos que conforman y moldean su hábitat.
Aquello que los seres humanos nos hemos dado en llamar arquitectura y que conforma nuestros espacios vitales, el paisaje de nuestras emociones, ya no puede mirar condescendiente a la naturaleza sino observarla atentamente para extraer aprendizajes e instrumentos que nos permitan situarnos de un modo nuevo en el mundo, que nos enseñen a respetar al otro y a comprendernos a nosotros mismos de un modo más holístico.
Desde mi punto de vista, para renovar nuestra mirada a la naturaleza intentando generar esas nuevas imbricaciones, resulta hoy en día muy pertinente prestar una especial importancia al proceso en lugar de a la forma resultante. O más adecuadamente, entender la forma final no ya como resultado del proceso sino como parte de éste; como tiempo suspendido. Pues, en efecto, los organismos vivos, independientemente de su nivel de complejidad, llevan millones de años generando y construyendo sus propios hábitats, sus propios refugios, a través de procesos matemáticos de carácter orgánico y estructural de los que ahora comenzamos a desentrañar su fascinante y siempre esquiva complejidad y que están en el origen de la belleza y la sorpresa que estos organismos nos producen.
Las obras que conforman el proyecto La piel que respira son un acercamiento a esos procesos; a esos organismos y a esas arquitecturas que no permiten ser entendidos de una forma clara y disciplinar pues poseen discontinuidades y superposiciones y están moldeados por intersticios, pliegues y fisuras. Esta exposición comprende obras construidas con anhelos y emociones, alegrías y decepciones; espacios que en su complejidad nos hablan de un mundo que nos deja más dudas que certezas, donde el proceso y la materialidad, el tiempo y la materia son partes inseparables de la generación de la forma. Son obras pensadas y generadas desde el proceso y desde la materialidad, son fruto de los tiempos en los que vivimos.
En un mundo en plena crisis climática, hoy en día ya indiscutible, el ser humano ha acelerado la investigación de las posibilidades que nos ofrece la utilización de nuevos materiales, más responsables y sostenibles, que nos permitan superar un modelo de crecimiento basado en combustibles fósiles. Un modelo que se ha demostrado insolidario e insostenible y que no solo está esquilmando los recursos del planeta, sino que ya, de un modo claro y palpable, está poniendo en jaque nuestra propia supervivencia como especie. En este proceso de cambio de paradigma en el que estamos envueltos, una mirada atenta a los materiales que la naturaleza nos ofrece resulta un campo fértil que abre múltiples y fascinantes posibilidades.
La piel que respira es fruto de la investigación y la experimentación en el taller con algunos de estos materiales. Desde la rafia o el junco, que han tenido desde hace cientos de años un papel protagonista en el desarrollo de la cultura humana a nuevos biomateriales producto del cocinado y cultivo en el estudio; como biofilms a base de almidón de yuca o biocelulosas a partir del hongo de té chino o kombucha.
El junco, en concreto la médula de este, ha sido un material extraído de la naturaleza de modo directo y utilizado durante cientos de años en muy diversas culturas. Hemos aprendido, generación tras generación, y de un modo intuitivo, que sus propiedades, como la flexibilidad y resistencia, lo hacían un material perfecto para la confección de objetos de uso cotidiano como cestas, redes o sillas, por citar tan solo los más abundantes y reconocibles. Las propiedades de las que la planta se ha dotado a través de su propia generación y desarrollo biológico han sido determinantes para su adaptación al entorno, para su conservación y evolución a lo largo del tiempo. La diversa materialidad de las diferentes capas, la estructura de sus fibras, su diámetro, su composición… no son sino el fruto de la necesidad de cumplir con unas determinadas características y solicitaciones mecánicas con el objetivo de ser resistente al régimen de lluvias, a los vientos dominantes, los incendios, etc… Hemos aprendido, además, como especie, que su manipulación como material constructivo, el modo de obtener las mayores prestaciones, se produce mediante la humedad y el calor. Como vemos, el propio proceso y el tiempo, de nuevo, son ingredientes necesarios de la forma.
Otro de los materiales con los que están confeccionadas las obras de La piel que respira es la estopa, la cual es un conjunto de fibras residuales producto del peinado del cáñamo. Este material se incorpora, también, de modo ambivalente; bien como elemento con referencias directas a refugios y abrigos que remiten a arquitecturas animales, bien a modo estructural incorporado en membranas cultivadas y generadas en el propio taller. Se trata, de nuevo, de un material de origen vegetal y biológico con el que, históricamente, hemos realizado tareas tan dispares como el calafateado de barcos o el refuerzo estructural de la escayola en revestimientos arquitectónicos tradicionales. La incorporación de las fibras de cáñamo a las biomembranas permite transmitir las microtensiones estructurales de mismo modo que como material constructivo tradicional y popular permitía transmitir las tensiones a la escayola gracias a sus fibras, generando un material constructivo resistente donde la escayola no era capaz, por si sola, de cumplir los requerimientos mecánicos fruto de las solicitaciones estructurales. Podríamos hablar, por tanto, de que en algunas de las piezas cumple esta doble función, tanto poética como estructural.
Junto a estos elementos de origen vegetal y más tradicionales, también se incorporan en las obras nuevos biomateriales que conforman diálogos no solamente técnicos sino también conceptuales. Materiales como, por ejemplo, las membranas de biocelulosa bacteriana, originadas a partir del hongo chino o kombucha. Un material en pleno proceso de investigación como tal que surge a partir de la fermentación de una comunidad simbiótica de bacterias y levaduras. Esta comunidad formada por bacterias como la Medusomyces givesi y la Bacterium xylinum y levaduras como la Gluconobacter oxydans, la Saccharomyces ludwigii o la Pichia fermentans (entre otras); alimentada durante el proceso mediante té y azúcares, con las condiciones adecuadas de humedad, temperatura y - dándole, de nuevo, el tiempo necesario- nos permite obtener unas membranas con una gran proyección de futuro y que, confiemos, posibilitarán modificar y sustituir materiales tradicionales de la industria que hoy resultan cada vez más insostenibles.
Encontramos también biofilms generadores de pieles que envuelven espacios e intersticios extraños y enigmáticos creados a partir de ácidos polilácticos que se encuentran en almidones vegetales como los del maíz o los que se encuentran en la raíz de la manduca. Mediante el ensayo y experimentación en el taller se han elaborado estas membranas semejantes al plástico pero que suponen una incipiente alternativa de origen biológico y por tanto sostenible a este material de origen fósil que se ha convertido en una auténtica pesadilla para los ecosistemas del planeta entero.
Así, en pleno proceso de composición de La piel que respira, las mesas del taller están invadidas también por elementos como la fibra de coco, otro interesante material que actúa como armado estructural en algunas de las piezas y que redistribuye esfuerzos y tensiones; la colofonia, resina de pino que calentada y trabajada resulta tremendamente sugerente y con un enorme potencial; el algodón hidrófilo y sus referencias a tantos organismos, algunos de gran significado para la cultura textil, (de los que Moripod es claro deudor y a la que rinde en cierto modo homenaje dada la importancia cultural que tuvo en el barrio donde se encuentra el taller)o la cera de abeja, cuyo olor en pleno proceso de procesado y transformación resulta altamente evocador.
Como vemos, la lista de materiales que nos brinda la naturaleza y que mantiene en ebullición a algunos de los laboratorios de investigación más interesantes del mundo es enorme y su potencial extraordinario. Encontramos desde aquellos que exploran las posibilidades del reciclaje y la reutilización a partir de diversos objetos de uso cotidiano con el objetivo de generar nuevas realidades ("En la naturaleza nada se pierde, nada se crea, todo se transforma" como nos enseñaba Antoine Lavoisier) a la investigación de sustancias ya existentes en la naturaleza pero que no han formado parte hasta ahora del catálogo de materiales con el que hemos construido nuestros paisajes cotidianos. La investigación de estos nuevos materiales supone hoy en día un nuevo campo de exploración cuyo alcance, hoy en día, apenas comenzamos a vislumbrar.
El futuro nos traerá, sin duda, apasionantes y sorprendentes descubrimientos. Los nuevos biomateriales (junto con los que, como hemos visto, no son tan nuevos) moldearán nuestra cotidianidad, en un futuro no tan lejano, de un modo bien distinto aún por descubrir. Una mirada atenta a esa nueva materialidad y ese diálogo entre la ciencia y el arte resulta, ciertamente, muy estimulante.
De pieles, refugios y membranas.
Nacho Carbó, 2023.